In Memoriam 2024 – María Irma Areiza

María Irma Areiza fue una campesina antioqueña, sobreviviente y desplazada de la masacre que cometieron paramilitares de las Autodefensas Campesinas de Córdoba y Urabá (Accu) entre el 24 y el 27 de noviembre de 1997, en el corregimiento de La Balsita, ubicado en el municipio de Dabeiba, Antioquia.

Durante esa incursión armada fueron asesinadas 14 personas, desaparecidas tres más y quemadas 30 viviendas, hecho que produjo el desplazamiento forzado de más de 300 campesinos, entre mujeres, niños y ancianos. Allí fueron asesinados Edilberto Areiza de 32 años y Ricaurte Monroy Areiza de 16 años, ambos familiares de Irma. Esta mujer fue asesinada en el año 2005 en la vereda Llano Grande, de Dabeiba.

Producto del desplazamiento, Irma y su familia habitaron en albergues humanitarios que dispusieron en Dabeiba para recibir a los campesinos. En el año 2001, ella se vinculó al Comité Coordinador de los Desplazados en Dabeiba. Participó en reuniones con la administración municipal, con el gobierno departamental de Antioquia y con el Gobierno Nacional en busca de una reubicación digna para todas las familias. Sintetizó su dolor y esperanza en la siguiente frase que aún sigue vigente en la memoria de quienes la conocieron: «Nos duele recordar, pero más nos duele olvidar».

Irma empezó su liderazgo en La Balsita como usuaria de Bienestar Familiar, donde se asoció con otras madres comunitarias para trabajar por el bienestar de los niños del corregimiento. Dice una de sus compañeras de ese proceso, que la lideresa era animada, colaboraba con todo lo necesario para que los niños tuvieran buena atención, hacía trabajos manuales con ellos y les enseñaba. Hacía parte de los comités de salud y de trabajo.

Irma es hija de Ana Débora Areiza, quien también apoyaba los procesos que realizaba Bienestar Familiar y lideraba a madres comunitarias. De ella, probablemente, heredó su vocación de servicio y de lucha comunitaria. Mientras estuvo en La Balsita, Irma tuvo cuatro hijos.

En el año 1995 empezaron a llegar rumores a la vereda de que iban a entrar los paramilitares. Y dos años después incursionaron hombres vestidos de civil, disparando a campesinos, saqueando, quemando casas y tumbando puentes. Incursionaron primero en los caseríos de Antasales, Buenavista, Tucunal, Galilea, Chambuscado y Argelia, del corregimiento de La Balsita.

Esta estrategia paramilitar hizo parte de la operación militar “Septiembre Negro”, como parte de operaciones contrainsurgentes ilegales de las brigadas IV, XI y XVII del Ejército Nacional, durante los días 24 al 28 de noviembre y fue una continuidad de la masacre del Aro, en Ituango.

Su liderazgo destacó tras el desplazamiento forzado. Irma fue importante en la organización de albergues, denunció atropellos y estuvo pendiente de la alimentación de los desplazados. Además, asistía a las reuniones y formaba los comités de trabajo para los albergues.

Algunas personas la recuerdan como una buena compañera en la que confiaban, era buena para liderar y organizar el albergue: “Cuando estuvo con nosotros todo lo dio por la comunidad”, dice uno de sus compañeros de lucha, quien también fue desplazado.

Irma hizo parte del Comité de Memoria y su función era narrar, una y otra vez, lo que había ocurrido en La Balsita. Luego, era quien iba a la morgue de Dabeiba a reconocer cadáveres para ayudar a las familias con el proceso de duelo. Dice una mujer que la conoció, que por esa labor ya era señalada y corría peligro.

Cuando las familias pudieron retornar a La Balsita, Irma decidió, con esposo y su quinto hijo, ubicarse en el caserío Llano Grande. Allí se dedicó a las labores del campo y a cuidar de su nuevo hogar.

El 5 de marzo de 2005 Irma fue asesinada por civiles armados, luego de haber sido obligada a bajarse de un bus escalera de servicio público en el que iba hacia Llano Grande a las seis de la mañana, junto con su hijo de 5 años de edad, quien quedó vivo y fue entregado a la iglesia del municipio. Luego fue reclamado por sus familiares.

Irma fue señalada de ser una supuesta auxiliadora de la guerrilla. Cuentan quienes la conocieron que ella salía mucho al pueblo y que en esa ocasión llevaba algunos pares de botas de plástico y por esta razón los paramilitares que la interceptaron la obligaban a afirmar que esas botas eran para la guerrilla.

El cuerpo de Irma apareció, al día siguiente, semidesnudo y con signos de tortura en su rostro, en cercanías de la finca El Pital, que era conocida como una base paramilitar, ubicada a pocos minutos del casco urbano de Dabeiba. Según testigos, el automóvil en el que fue secuestrada fue visto horas después en frente de la estación de Policía de Dabeiba.

Este asesinato no ha sido investigado y aún sigue en la impunidad. Irma fue una lideresa innata que denunció ante instancias nacionales e internacionales el desplazamiento forzado, los crímenes que padeció su familia y la violencia que padecieron sus paisanos. Formó parte de grupos de víctimas exigiendo verdad, justicia y reparación integral.