“Si algo une a las comunidades son las actividades, los encuentros y las cosas bonitas que hacemos en la región”.
Los campesinos que integran la Zona de Reserva Campesina del Valle del Río Cimitarra se sienten aislados y con una gran incertidumbre ante la pandemia por el Covid 19 y por los que pueda suceder mientras se cumplen las medidas de emergencia sanitaria en una región con una disputa territorialcon por parte de grupos armados . Así lo expresó María Irene Ramírez, lideresa de la región que integra la Asociación Campesina del Valle del Río Cimitarra (ACVC), y con quien hablamos para preguntarle cómo se estaba llevando la situación en medio de la epidemia.
“La gente en los territorios está asustada. Se han incrementado las amenazas en lugares como el nordeste antioqueño, en donde han brotado grupos armados y otros como el ELN que dicen llegar a controlar el territorio. Bajo ese dominio se encuentran cientos de familias campesinas de la región”.
En este difícil contexto, el trabajo de esta aguerrida mujer ha estado enfocado en la defensa integral de los derechos humanos, la lucha por la redistribución de la tierra, la dignificación de la vida campesina y la permanencia en el territorio. Aprendió a moverse entre Bucaramanga, Barrancabermeja, Bogotá y su voz ha traspasado fronteras llevando mensajes y denuncias sobre el sufrimiento de quienes en Colombia han sido desposeídos y arrebatados de sus territorios.
En momentos donde la epidemia del Coronavirus se extiende por todo el territorio nacional y que las medidas de confinamiento comienzan a flexibilizarse, María Irene junta esfuerzos como puede para auxiliar a las comunidades de la región que se han visto afectadas por la crisis, pero siempre con la mirada puesta en el respeto de los derechos humanos. Todo lo hace desde su casa, toda vez que cumple la cuarentena estrictamente, pues padece algunos quebrantos de salud y cuida de su madre, una mujer ya mayor.
“Estamos haciendo un control desde las Juntas de Acción Comunal, aplicando estrategias de cuidado y autocuidado. Todas las organizaciones están apoyando desde los territorios. La gente está haciendo las poquitas labores que se pueden, pues también con el tema derechos humanos, la comunidad está más preocupada porque no nos podemos mover igual a como nos movíamos antes dentro de los territorios ya que las vías están cerradas y estamos trabajando desde las casas”.
La Asociación Campesina del Valle del Río Cimitarra de la cual María Irene hace parte y desde donde impulsa todo su trabajo como defensora de derechos humanos, integra a cerca de 120 juntas de acción comunal, cooperativas, comités pesqueros y agrupaciones de trabajadores del campo, en el marco de la defensa integral de los derechos humanos y la lucha por la tierra. Desarrolla un trabajo comunitario, político y social en ocho municipios del Magdalena Medio colombiano: Barrancabermeja, Cantagallo, Remedios, San Pablo, Santa Rosa del Sur, Segovia, Simití y Yondó. En el 2019, la Asociación fue galardonada con el Premio Nacional de Derechos Humanos en Colombia, en la categoría de Proceso Social Nivel Comunitario.
María Irene Ramírez nació en plena región del Magdalena Medio. Proviene de una mezcla de tradiciones ancestrales y campesinas. Su papá, Clímaco Ramírez era Antioqueño, su mamá Esperanza Maya, Santandereana. Creció viendo como sus padres participaban en las actividades de veredas y corregimientos.
Su vida ha transcurrido entre veredas de Remedios, Yondó, Canta Gallo y San Pablo, en lo que hoy es reconocido como Zona de Reserva Campesina del Valle del Río Cimitarra (ZRC). De niña, hacia parte de las actividades comunales, ya fuera para ayudar a limpiar caminos, ríos, hacer huertas o almuerzos comunitarios.
“Desde jovencita empezamos a trabajar con papá y mamá, apoyando a las comunidades, a las Juntas de Acción Comunal de dónde pertenecemos y yo no me veía como una líder, sino como alguien que le gustaba ayudar a los demás, apoyaba trabajos colectivos, les colaboraba a personas que estaban enfermas, les ayudaba a arreglar su casa y cosas así”.
Así fue como se formó esta defensora de las comunidades campesinas, al calor del trabajo comunitario y “en La felicidad que produce ayudar a los otros”. Así responde María Irene a la pregunta por las motivaciones que la llevaron a ser una líder social y defensora de derechos humanos.
Para ella, esta labor es mas de acompañamiento que de liderazgo, por lo menos así lo sintió al principio. Por eso, cuando le fue encomendada la Tesorería de la Asociación Campesina de Valle de Río Cimitarra en el año 2008 se sintió feliz por el reconocimiento a su labor.
No obstante, advirtió una gran incertidumbre que solo la experiencia le devolvería en forma de certeza. Poco sabía leer y escribir. Estaba al tanto que necesitaría el respaldo de otros para realizar la tarea que le fue encargada. Además, era la primera vez que salía de la ruralidad para quedarse a vivir en la ciudad.
“Yo tenía mucho temor porque como campesinas que somos siempre sentimos que hablamos y que nadie nos entiende o que hablamos mal, o el otro nos dice: cállese porque usted no sabe hablar. Sin embargo, yo entendí la importancia de la asociación, en donde se reconocen otros saberes. Por eso vi una oportunidad para aprender, conocer, adaptarme a los nuevos retos que me imponía este nuevo cargo”.
Llegó a Bucaramanga llevando consigo además una gran tristeza, ya que las circunstancias le obligaron a separase de su esposo y de su hija de 14 años, quienes tuvieron que buscar refugio en otro país para proteger sus vidas debido a las amenazas y a la persecución en medio de la violencia que se vivía en la región. Su hermano había sido asesinado por paramilitares ese mismo año.
Ciertamente, la región de Magdalena Medio ha sido un lugar geoestratégico para el país, en donde la confrontación armada, producto de la presencia histórica de las ex FARC y del ELN, y tras una ofensiva contra guerrillera, llevó a que las organizaciones sociales, que se habían caracterizado por su fuerza y reconocimiento en el territorio, fueran blanco de los grupos contra insurgentes. Las principales víctimas fueron defensores de derechos humanos, asociaciones de mujeres, líderes comunitarios y sindicalistas. (La persecución paramilitar en el Magdalena Medio Portal www.verdadabierta.com, 2 de abril de 2013).
Con mucha valentía María Irene ha asumido el liderazgo en la ACVC, organización social que nació del corazón de las movilizaciones sociales campesinas en Barrancabermeja en 1996 exigiendo al gobierno nacional inversión social y respeto por los derechos humanos, labor que continúan haciendo a pesar de que los espacios para la movilización social se encuentran cada vez más limitados.
Hoy, frente a las medidas de cuarentena que obligan a las comunidades al confinamiento, esta vocera hace un llamado para que se respeten los derechos humanos. Dice María Irene que “la mejor vacuna contra el bicho es cuidarnos entre nosotros mismo, dentro de nuestros territorios porque no tenemos un plan revelado para la región, estamos trabajando día a día, con muchas prevenciones, pero no sabemos qué va a pasar el día de mañana”.
Asegura María Ireneon que los habitantes de la Zona de Reserva Campesina del Valle del Río Cimitarra han enfrentado peligrosos obstáculos , tales como el temor sembrado por la guerra y la barbarie, así como la persecución a líderes y defensores de derechos humanos. De la misma manera han encarado otro tipo de problemáticas relacionadas con la falta de acceso a servicios básicos y una precaria atención en salud, hechos que siguen afectando la vida, principalmente la de los niños y niñas y personas adultas mayores.
Tal vez sea por esto que quienes han vivido y viven en este rico y diverso territorio cuenten con una capacidad resistencia colectiva encaminada a la búsqueda de salidas a problemas complejos. Al respecto dice María Irene: “Nos tocará adaptarnos y así lo haremos. Pero seguiremos en la lucha por los derechos de nuestros campesinos”.
Nota elaborada por:
Catalina Vásquez Cárdenas.
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