En la voz de los Defensores y Defensoras
Actualmente y debido al Covid19, el mundo se enfrenta a una emergencia sanitaria sin precedentes poniendo en juego los derechos humanos en virtud de los riesgos que la pandemia implica para la vida, la salud y la integridad de las personas, además de los impactos en el mediano y largo plazo en especial para las comunidades más empobrecidas y para sociedades con grandes brechas sociales.
Como señalan los expertos, América Latina será una de las regiones del mundo que más se verá impactada por Covid 19. La recesión económica y el colapso de los sistemas de salud sin duda tendrá un impacto más fuerte en territorios caracterizados por la carencia en la seguridad social y alimentaria, altos niveles de contaminación y destrucción medioambiental, informalización laboral, acceso a una vivienda digna y altos niveles de corrupción en las entidades estatales.
En razón a la incertidumbre que significa para los territorios la llegada del COVID19, conversamos con el defensor de derechos humanos Ricardo Esquivia Ballestas, ganador en 2019 del Premio Nacional de Derechos Humanos en la categoría Toda una vida en la defensa de los derechos humanos, para conocer desde su perspectiva y experiencia, de lo que significa la pandemia del coronavirus en una región como los Montes de María y los retos que implica para la defensa y protección de los derechos humanos.
Corregimiento de Morró en Sincelejo, departamento de Sucre. Por cincuenta años Ricardo Esquivia Ballestas ha trabajado al servicio de la paz y los derechos humanos en la región de los Montes de María. En 1992 fundó la organización JUSTAPAZ y fue director de la misma por trece años. Estuvo como representante por 10 años de las iglesias protestantes en el Consejo Nacional de Paz y es reconocido como mediador, catedrático y conferencista en conflictos sociales y construcción de paz. Actualmente dirige la Corporación Sembrando Paz.
Ricardo llegó por primera vez a Bogotá en 1962 a la edad de 7 años. Debido a la lepra que padeció su padre, experimentó junto con su familia el estigma y la segregación que traía consigo esta enfermedad en aquel tiempo. Posteriormente fue acogido por una de las obras de la Iglesia Menonita en donde la educación basada en la fe y la justicia le daría rumbo a su vida.
“Yo llegué a Bogotá en 1962, allá hice el bachillerato y la universidad, después de eso volví a los Montes de María en el 85, estuve casi tres años. De ahí nos desplazaron y me fui para Cartagena. En el 89 volví a Bogotá, allí estuve un tiempo trabajando conectado con la región, hasta que definitivamente me quedé allí a vivir aquí”.
Su formación fomentada en la idea de vivir a plenitud los derechos humanos y la construcción de una sociedad justa, le han permitido mantener las esperanzas, incluso en tiempos de pandemia. Conoce bien su territorio y sabe de las carencias sociales y culturales cuando se habla del sistema de salud y de la emergencia sanitaria por el COVID-19.
Menciona que la experiencia le ha enseñado que la base de los derechos humanos está relacionada directamente con el goce de los derechos a la salud, al trabajo, la educación y la participación, y que la emergencia que se está viviendo en el mundo ha dejado al descubierto la manera como estos derechos han sido degradados.
Dice Ricardo “Esto es como cuando cae un aguacero, usted sabe dónde están los agujeros que tiene en el techo y aquí en este momento es lo que estamos viviendo”.
En tiempos de pandemia y de aislamiento obligatorio, Ricardo Esquivia habla con sentido de solidaridad, desde la idea de protección del territorio y de sus comunidades, de volver al cuidado de los otros y al autocuidado. De retornar a las experiencias más sencillas de la convivencia.
Sin embargo, sus propias condiciones de vida son una muestra de la difícil situación en que subsisten las comunidades: “no hay agua; aquí donde estamos, donde yo vivo, la tierra tiene grietas de 10 o 15 cm y no hay agua, no sé… Es difícil que la gente si pueda cumplir en estas circunstancias, aunque quisieran, pero no tienen agua para lavarse, eso es real, ¿cómo haces allí?”, se pregunta.
Entre los hechos que relata, menciona también que allí en la región de los Montes de María siempre ha existido la crisis de la salud, además de otras carencias como la falta de acueducto y otros servicios básicos.
«Para nosotros acá en los Montes de María se hace difícil la situación, por un lado, porque no hay las condiciones sanitarias que se quisieran y la atención hospitalaria es mínima. Y sobre todo que una de las herramientas para contra restar el virus es la limpieza y el lavado de manos con jabón. Y realmente la mayoría de estos quince municipios, sobre todo en las veredas la situación del agua es impresionante”.
Dice además que la presencia del Estado históricamente ha sido casi nula: “es muy poco lo que el estado puede ofrecer…y eso hace que no haya condiciones, y como no ha habido educación ni salud, se es difícil el ejercicio de llevar nuevas ideas, nuevos valores, inclusive el mismo ejercicio de la solidaridad cuando en un momento determinado es la vida la empieza a primar».
Por otro lado, señala Ricardo que la mayoría de gente del campo y de los pequeños poblados en est región viven del jornal, del día a día: “por ejemplo, en el municipio de Sincelejo por lo menos el 60% de la población en Sincelejo es informal”, asegura.
Otra de las grandes preocupaciones del defensor de derechos humanos es que las comunidades afectadas por la violencia armada pueden llegar a verse impactadas fuertemente a la hora de enfrentar la propagación del virus. Afirma igualmente que las medidas para detener la expansión del COVID19 no frenan los planes de las organizaciones criminales contra los líderes sociales y defensores de derechos humanos.
Asegura Ricardo que el asesinato de un excombatiente de las FARC y la presencia de encapuchados en ciertas zonas, por ejemplo en la de reincorporación en el corregimiento de Colosó, han prendido las alarmas, además porque las amenazas continúan.
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Pese a las adversidades, las personas que defienden los derechos humanos en los territorios como Ricardo Esquivia, continúan trabajando bajo el principio de que es posible el cambio social aun en tiempos de pandemia, sobre todo en regiones como los Montes de María, en donde por razones de la violencia armada, el tejido social, la confianza y la solidaridad están por reconstruirse.
En ese orden de ideas, Ricardo reflexiona sobre el papel que juegan las comunidades a la hora de elegir a quienes gobiernan y sobre quienes recaen acusaciones de hechos de corrupción que afecta directamente los derechos humanos.
“Nuestro actuar ha podido ayudar a que esto se presente, recordemos que todos esos funcionarios que han tomado malas decisiones en su gran mayoría han sido elegidos por la misma comunidad, entonces hay que pensar que cuando estamos en elecciones votamos alegremente y muchos se dejan comprar por 50 mil o 100 mil pesos y nombran representantes que en un momento de crisis no dan la respuesta».
Dice él que mientras existan organizaciones fuertes y sociedades enteradas y capacitadas, será posible que la crisis se transforme en oportunidad.
En la medida de sus posibilidades, él junto con otros líderes de la región, continuarán con su trabajo para brindar el acompañamiento que las comunidades requieran. Apoyo que va desde la recarga de celular de algún líder comunitario veredal, hasta asistir en la gestión para que las alcaldías envíen agua potable en carrotanques a los sitios más perjudicados.
“Hay gente que está entendiendo el sentido de la solidaridad, entonces se está compartiendo, se está ayudando, se está comunicando y eso son aspectos magníficos…estamos proponiendo espacios de intercambios solidarios, por ejemplo, una región que tiene ñame lo comparta con otra que tiene yuca y que las autoridades ayuden a distribuir los productos”, explica Ricardo.
Mientras eso sucede, Ricardo Esquivia, ganador del Premio a Toda una Vida en la Defensa de los Derechos Humanos, seguirá estado al servicio, como dice él – de “tejer los lazos de confianza en la región, de mirar el rostro del otro y ver la propia humanidad”. Indica que su trabajo es ese, “darle a mi comunidad un servicio por la paz”.
“Yo veo que es época difícil pero cuando hay dificultades es cuando brilla la esperanza, es cuando billa la solidaridad, es cuando brilla la unión. Es una oportunidad que hay que mirar con mucho cuidado, agudizar el oído, qué nos está diciendo la naturaleza, nuestra propia gente, nuestra propia realidad, qué nos está susurrando al oído, que tal vez es necesario parar un momento y mirar qué está sucediendo”.
El Premio Nacional de Derechos Humanos en Colombia, es otorgado por Diakonia y Act Iglesia Sueca, con el apoyo de la Embajada de Suecia. Desde el año 2012 ha reconocido a treinta y un experiencias en la defensa de los derechos humanos, entre personales y colectivas. Es un acto público de homenaje a quienes defienden los derechos humanos en el país.
Elaborado por Catalina Vásquez.
Comunicadora – Premio DDHH Colombia